Que a mí no me interesa saber
cuántas carreras tienes, ni cuantos idiomas sabes hablar, cuánto dinero tienes
en el bolsillo, o de que marca es la camiseta que calzas.
A mí lo que me interesa saber, es
si sabes escuchar, escuchar que no oír y si sabes observar el interior de las
personas y no sus apariencias.
Si te hacen felices los
amaneceres, o el olor a salitre, si eres capaz de plantarte en la playa y hablar
con el mar.
Si disfrutas andando descalzo,
para sentir realmente lo que hay debajo de tus pies, esa tierra a la que veces
olvidamos y violamos.
A mí me interesa saber si eres
capaz de pararte, y de encerrarte contigo mismo durante unos cuantos días, de
recapacitar, de reflexionar en un mundo que nos invade como una ruleta rusa.
Si el sol en la cara te alegra, y
si eres capaz de mirar hacia el cielo en una tarde lluviosa para sentir las
gotas empotrándose contra tu cuerpo.
A mí me interesa saber si tienes
fe, y no lo confundas con religión, fe en las personas, en los sentimientos, en
la bondad, fe en este mundo.
Si eres capaz de encontrar
belleza allá donde parece que no la hay, en un árbol en el rincón de la calle,
en una flor que brota en mitad del cemento.
Que a mí no me importan tus
zapatos, si no la piedra que guardas en ellos desde hace mucho tiempo y aun así, no te ha impedido caminar ni un solo día.
A mí me importa lo que eres por
dentro, no lo que eres por fuera.
Me importa que te arranques la
piel, que deshagas, que vuelvas, que ames, que llores, que cantes, que bailes y
que te emociones.
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