Mentes Desordenadas

Abrid la puerta y pasad. Estáis en un lugar donde podéis expresaros de una forma diferente. No hace falta que cobre lógica o tenga sentido, mis pensamientos se contradicen entre ellos librando constante batallas. Si deseas sentir, leer algo que no este carcomido por el interés o simplemente escuchar, da un paso y deja de razonarlo todo. Te invito a mi mundo desordenado, donde encontrarás pensamientos que perdiste bajo la cama de tu mente, sueños escondidos entre las páginas de algún libro y el impulso de una boca entreabierta, que aún no encontró su palabra. Bienvenido.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Sesenta Días




Llegó la hora de bajarte del altar. De romper la burbuja en la que permaneciste en letargo, para envolver de seda mi angustia, para no olvidar tu recuerdo, aunque este me hiciera daño.


Sesenta días después.

Y en este acartonado momento, en que decido abrir los ojos, me bebo una copa de whisky barato, y escojo el más caro, para curar esta herida.

Desalojo el cemento con un azadón, y elijo este día, para romper las figuras de este anticuario, en el que se ha convertido lo que se trataba de amor.

Aunque hoy escueza, derribo la escarcha y el yodo que resbala por mis piernas, apunto maneras y modos, y me libero del pánico a que algo te duela.

Demasiados perdones acumulados, tantos que carecen de sentido, demasiados porque solo uno cuenta, porque solo uno, debería haber valido.

Sesenta días después, sigo esperando el mío.

Y no borro ni mis errores, ni mis defectos, ni los ignoro o elimino, pero me cansé de señores que me apuntan con el dedo, de juicios y opiniones, que siempre fueron paralelos.

Y tú, en tu portal de Belén, donde todo es bondad y sacrificio, construyes un edificio en honor a tu humildad, pero careces del coraje necesario para aceptar el sufrimiento ajeno, y oprimes el vendaje, tratando a tus ojos como si fueran necios.

Sesenta días después, mi espera no espera nada, y asomada a la ventana, entre el refugio y el vacío, contemplo una falta de cortesía, que entre trajes y sastres, perdiste en tu abrigo.

Sesenta día después, cuando el dolor ha menguado un poco, como una luna dormida, tu actitud me sirvió para saltear escollos, para emprender el camino que hoy se fragua, donde habita tu bendita ignorancia, donde no hay culpa, ni ayuda, tan solo tu maldita templanza a la que yo llamo cobardía.


Sesenta días después, es una buena fecha para cerrar el ciclo.

Sesentas días después, se cierra el telón de este absurdo circo.




lunes, 10 de septiembre de 2012

Princesas y Caballos

Me dijiste:
``siéntate en mis rodillas´´
y yo lo hice desconfiada,
pero con ganas de cumplir un sueño.

Me relataste un cuento
de princesas y caballos,
de abrazos y besos,
de un amor inalterable con los años.

Ahora te tengo enfrente
y mirándote a los ojos,
apenas te reconozco.
Me hablas diplomáticamente
como un político con un discurso,
con palabras que no controlo.

Y paso a ser una niña que odia los regalos,
que se levantó por la noche a escondidas,
que se topó con los reyes magos.

De un empujón,
caí de tus rodillas, choqué contra el suelo.
Bajo mi cuerpo dolorido, mi alma te suplica
que hagas memoria en tu relato.
Y tu reniegas de ello,
como si fueran invenciones mías,
de una loca trastornada y tozuda,
como si se tratase de una bruja
que juega con ranas y sapos.
Como si necesitara príncipes sin valentía
que luchan con muñecas de trapo.