y embriagar a mi mente por segundos,
y recordar el dulce sabor de tu boca,
de los amantes que se muestran taciturnos.
Elegante,
imagino tu visita ante mi puerta
desvistiendo con tus ojos cada calle.
Y me emborracho,
para apoyar mi espalda helada
contra el suelo,
para inhalar cada cigarro de mi alma,
para imaginarte cada noche
entre mis versos.
Y caen poetas,
cuando pierden la palabra en su cuaderno,
enajenados por la tinta,
encadenados a sus letras.
Y caigo yo,
entre el vino, la cordura y la insolencia
narcotizada por tu aroma,
anestesiada sin tus besos.
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