que siempre sigue los mismos pasos.
Que se ilusiona en su cabeza
para acabar hecha pedazos.
Que previsible este triste discurso,
de impresiones ajenas,
de sueños profundos,
de invenciones de un loco tarado,
que deposita su fe,
en cada beso y abrazo.
Que ilusa, maltrecha, anegada,
qué triste, qué alegre, qué llana.
Secaste tu alma con
llantos y
ahora bebes tu angustia con ganas.
Que patético cada verso que no escribo
por callar, por guardar, por preservar,
por ocultar cicatrices ya visibles,
por encerrarme cuando anuncio mi derribo,
que se debate en lo real y en lo imposible,
que tan solo anhela, lo que no puede alcanzar.